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20070601

Mensaje a la Juventud

"¡Juventud! He ahí el grito de batalla de la campaña política que se me invita a iniciar. Los jóvenes, ha dicho Disraelí, son los depositarios de la posteridad. Me dirijo a ellos, a los que visten el traje del estudiante o del trabajador, a los que cubren sus pechos juveniles con el honroso uniforme de la Patria, o a los que, apartados en la Selva o el Altiplano, llevan todavía en sus hombros los vistosos tejidos ancestrales. Me dirijo a ellos, y por su intermedio a la ciudadanía entera, para decirles que si me requieren en la hora de la lucha me encontrarán a su lado, compartiendo su fervor y viviendo su esperanza.

Buscamos el establecimiento de un gobierno de orden, pero de orden institucional; de un régimen fuerte, pero de fortaleza que se base en la legitimidad de su sustento. No entendemos por "orden" un estado de permanente emergencia en que las garantías individuales estén permanentemente amenazadas ni por "gobierno" un arma para combatir al adversario político, sino un escudo para defender la Constitución y los derechos ciudadanos. De ahí nuestra disconformidad con los métodos que se han venido empleando en los últimos años y nuestra convicción de que el próximo régimen debe significar una efectiva renovación.

Un régimen legítimo, inobjetable, requiere la participación de toda la ciudadanía en el proceso electoral. Exige el término de odiosas persecuciones y prisiones políticas, de las que son víctimas ciudadanos de opuestas tendencias y la rehabilitación franca y valiente, no sólo de gran parte del electorado, sino, particularmente, de los que habiendo sufrido prisiones, destierros y toda clase de vejámenes, en su condición de líderes, hayan acreditado convicciones que, compartidas o no, exhiben a propios y extraños el título de su sacrificio para reintegrarse a la patria y disfrutar plenamente de sus derechos. Nosotros alzamos nuestra voz contra el agravio inferido a esos compatriotas ausentes.

Porque la juventud con la que estoy identificado, no puede admitir recortes a la libertad. Porque busca la libertad grande, total, generosa; no la pequeña libertad fraccionada, restringida, mezquina. No se contenta con disfrutar de ella sabiendo que no hay satisfacción legítima en el goce de un derecho que le es negado a otros; porque compara, como el filósofo, la Libertad con la Cruz que, entera, es un símbolo, y partida, un pedazo de madera.

No ha arriado, no arriará la bandera que tempranamente enarbolamos de una amnistía política general, reclamada por todo el país, cuya postergación constituye un craso error ya que, en todo caso, no pasará del 28 de julio, pues corresponderá entonces al nuevo Gobierno el honor de decretarla, como al amanecer de la República, "por la voluntad general de los pueblos...".

La ennoblecedora presencia de la mujer en estos comicios debe marcar la reconciliación de la familia peruana y el comienzo de una era de armonía fecunda. Y la juventud, que llega limpia de rencores a la lucha política, que se inicia en la vida cívica llena de esperanzas, debe ser la base de ese resurgimiento democrático.

El hecho infortunado que muy a menudo artículos básicos de nuestra Constitución en cuanto a ciudadanía y sufragio sean letra muerta, ha determinado que en los procesos electorales todo el interés se concentre en pedir la restitución de su vigencia. Tan elemental anhelo ha postergado el aleccionador debate de los problemas nacionales. El restablecimiento del imperio pleno de la Carta Magna tendrá la virtud de abrir ese debate y de iluminar con él el camino de los que llegan a la función pública, porque el electorado está ciego si se limita a elegir hombres. Debe escoger hombres e ideas, programas y objetivos.

Hay que mejorar las condiciones de vida y consolidar la economía nacional, mediante el esfuerzo y la austeridad. Continuar una política de nuestras obligaciones, a fin de mantener abiertas las puertas del crédito internacional, única manera de desarrollar aceleradamente el país. Debemos teñir de verde el arenal. Ampliar las áreas agrícolas por medio de la irrigación, que requiere cuantiosas inversiones, inspirándose en la relación de hombre y tierra que practicaba el Incario. La Sierra y la Selva no deben esperar por más tiempo el impacto decisivo y beneficioso del progreso. La comunidad agraria, sin destruir sus hondas raíces, debe evolucionar hacia la moderna y flexible cooperativa, que sabe atraer capitales y renovarse. Estudiando las notables mejoras introducidas, mediante procedimientos científicos en los pastos de las zonas nórdicas del mundo, puede reflorecer en la Puna una ganadería que ha dado universal renombre a nuestros finísimos mas no abundantes tejidos.

Debemos delinear con obras la carta nacional. Industrializar el país y apoyar la pequeña minería. Dar nuevo impulso a las carreteras transcontinentales e interandinas, cuyo carácter internacional sugiere posibles financiaciones al margen del Presupuesto. Mediante un plan nacional debe buscarse el beneficio directo de las clases económicamente débiles y, en particular, de la familia modesta; el crédito barato para la vivienda y el taller debe ponerse al alcance de todos. Hay que luchar porque se cumplan los preceptos de la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza para los dos tercios de la población en edad escolar que está privada de esos beneficios básicos, y la alfabetización de los que habiendo pasado esa etapa viven al margen de la cultura moderna.

El chispazo de la fuerza motriz, que no ha llegado a la mayor parte del territorio patrio, debe iluminar el oscuro horizonte del artesano y del pequeño industrial, que aún dependen exclusivamente de sus manos para el trabajo.

Es preciso terminar las obras que queden inconclusas, no destruir lo ya iniciado. Seguir adelante. Llamar a la función pública a ciudadanos honrados, patriotas y capaces, vengan de donde vinieren.

No se me oculta cuán duro es el camino de la lucha principista y del servicio público. Sé que un hombre que acepta el honor y la responsabilidad de tomar un puesto de comando debe renunciar a su propia tranquilidad, afrontar todos los riesgos y encabezar todas las contiendas. Pero tengo el profundo convencimiento de que la vida misma es escasa retribución al homenaje de la confianza pública.

Aunque sin merecer el honor, yo aceptaré conscientemente la responsabilidad de la alta misión que se me señale, en el caso de que un fuerte contingente de mis conciudadanos de diversas ideologías favorezcan con su respaldo la cruzada pre - electoral que, con entusiasmo y fe que me abruman, se propone iniciar el Frente Nacional de Juventudes Democráticas, como una consulta previa a la opinión pública, directa y legítima fuente de las candidaturas auténticas. Tan noble, espontáneo y desinteresado procedimiento me permitirá, en caso tener éxito, asumir los deberes de una candidatura presidencial, surgida del pueblo mismo con el que yo aspiro a unir a los hombres más capacitados para servirlo.

Comparto, pues, los anhelos juveniles y veo en nuestra comunidad de miras y no por cierto en mis escasos méritos, generosamente exaltados para elevarme a la altura de su gesto, la razón de un pedido que me honra porque me ofrece la posibilidad subyugante de servir a la Patria y el privilegio no menos grato, de tomar en mis manos las limpias banderas populares que la juventud me alcance..."

Fernando Belaunde Terry (11 de marzo de 1956)

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